dimecres, de febrer 22, 2006

 

El sillón de Arturo


“Por encima de tanto marear la perdiz, tanto cuento y tanta murga, la única realidad real es la siguiente: mi amigo José Manuel es madrileño, técnico de sonido, tiene veintisiete años y una novia en Cataluña. La novia se vendría a vivir con él a Madrid, de no mediar un problema: ella trabaja en Barcelona. Así que llevan un año intentando que el chico encuentre algo allá arriba, porque, como él dice, tampoco es cosa de chulear a la churri. El problema es que José Manuel no parla una palabra de catalán, y su trabajo tampoco le deja tiempo para ampliar horizontes lingüísticos. No pucha del catalán más que bona nit y bona tarda; y eso, con acento de Leganés. Con tales antecedentes, supongo que nunca adivinarían ustedes lo que ocurre cada vez que busca trabajo en Barcelona. ¿Verdad que no? Me juego el sillón de la letra T a que no se les hubiera ocurrido jamás: no le dan trabajo porque no sabe catalán. Qué me dice, caballero, se admirará alguno –el presidente del Gobierno, por ejemplo–. No me puedo de creer ese déficit de buen rollito. Etcétera.”

El problema es el sillón, Arturo. Si en lugar de estar sentado, te dieras un paseo por los polígonos industriales de Cataluña, sabrías que el idioma que más se oye, es el español. Es más, si hay un idioma cuyo uso está penalizado, es el catalán (“somos una empresa internacional”, “tenemos relaciones con el resto de España”, blablabla...resumiendo: “este fax no me lo mandes más en catalán”- aunque el receptor lo sea). Deduzco, pues, que si tu amigo técnico de sonido no se ha dado cuenta de esto, es que es un poco sordo. Duro de oído, por lo menos.

La cuestión de la dificultad en el aprendizaje del idioma. Esa es otra. Creo que tan difícil es para un catalán aprender francés, cómo para un español aprender catalán. Conozco muchos catalanes que al año de estudiar francés ya podían leer y comprender, más o menos, un libro. Eso sin estar en el país donde se habla el idioma, sin poder practicar demasiado, vamos. Cosa que no ocurriría con tu amigo, de venirse a Barcelona. De lo que se deduce que el técnico de sonido, además de sordo, es un poco cretino. Y así no lo va a contratar nadie. Ni en Cataluña, ni en ningún sitio.

Por lo demás, hay pocos lugares donde la convivencia entre diferentes culturas sea tan fluida en todos los ámbitos (económico, educativo, etc.) cómo en Cataluña. No se puede coger un hecho puntual por el todo. El plural de “anécdota” no es “base de datos”. Hace falta un poco más de rigor para ser antropólogo o, me atrevería a decir, columnista en un periódico.

Y lo peor, Arturo, es que nadie sabe mejor que tu –una persona que ha sido corresponsal de guerra- cómo empiezan éstas. Hay un mucho de demagogia, de crispación visceral en la chispa que prende la mecha, y ya me gustaría verte en tu sillón, con su letra T incluida, si alguien te dijera que el español de Madrid no es el mismo que se habla en Argentina o México. Porqué es lo que pasa con el catalán y el valenciano. ¿Pero eso son cosas de nacionalistas, verdad? Y tú no lo eres, tú eres español. Español a secas, y a mucha honra.

Arturo, tengo todos tus libros de artículos (“Con ánimo de ofender”, “No me cogeréis vivo”, etc.) y creo que, últimamente, “fas catúfols”. ¿Qué es “fer catúfols”?- te preguntarás. Pues chochear, Arturo, chochear. O a lo mejor es que, a veces, hablar es demasiado fácil. “Talk is cheap”, que diría tu amigo Javier Marías. Pero tú siempre has dicho que eras hombre de mar y de una sola lengua. Lo dejamos, pues, en un “por la boca el muere el pez”. Bocazas.


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