diumenge, de maig 14, 2006

 

Cuerdos


Se lo soltó así, en frío, después de abrir la carpeta con sus informes. Hizo una lectura rápida, marcó un par de párrafos, puso una fecha y carraspeó: Bueno- dijo- según este informe, usted está cuerdo. Se acostumbrará, ya verá...al principio cuesta, pero luego uno se resigna, o se acostumbra, ya le digo, que para lo que nos ocupa, es lo mismo. Luego ya es todo más fácil. Salió de la consulta medio aturdido, casi levitando. En la calle la gente seguía con sus vidas: una abuela con un perro y un bastón cruzaban la acera. En el parque colindante un par de chicos jugaban a la pelota y en un banco, debajo de un magnolio, una pareja de enamorados se comían a besos. ¿Cómo era posible tanta normalidad? Cuerdo, cuerdo… ¿Pero cómo? ¿Por qué él? Y con la cordura, vino todo: la universidad de Derecho, tan gris y sórdida: un bostezo de cinco años, pasantía incluida. Un trabajo anónimo, monótono y aburrido en una compañía de seguros, el tedio de la oficina, las telarañas del lunes por la mañana, las corbatas y los nudos, las tarjetas de crédito, el IBEX-35 y las hipotecas…¿En que momento contrajo la cordura? ¿En que momento la contrajeron todos? Estamos todos cuerdos, cuerdos de remate- pensó en medio de un atasco, un domingo por la tarde.


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